BIOGRAFIA HERMANO RAY F.D.P. FUNDADOR

Por Gustavo Suárez Hormaza fraternidaddeladivinaprovidencia.blogspot.com/

El Hermano Raymond Alexander Schambach Garcés nació en Nueva York, E.E.U.U. el 2 de Febrero de 1.952: hijo de Roland Payne Schambach, ciudadano norteamericano con ancestros alemanes e irlandeses, y de María Josefa Garcés Giraldo, oriunda de Cali, Colombia, y descendiente de familias importantes en la región del Valle del Cauca. Su primera infancia transcurrió en E.E.U.U. hasta cumplir los nueve años.

En 1.961 don Roland fue nombrado gerente de una agencia transnacional de Seguros en la ciudad de Cali, en donde permaneció la familia hasta el año 1.968. Ray (diminutivo de Raymond, que luego se castellanizó con el apelativo de Rey), estudió en el colegio San Buenaventura Berchmans, de los padres Jesuitas, comunidad entre la cual se encuentran sus parientes caleños: Padre Rengifo Garcés y los Padres Rodolfo y Francisco De Roux.

Como detalle anecdótico relata el hermano Ray que aunque en su hogar hablaba en castellano con su mamá, su idioma natal y el de estudio de sus primeros años fue el inglés; así que debió intensificar el uso de su lengua materna con el Hermano García (Pope), S. J. religioso de origen español, quien lo habilitó para recibir las clases presenciales en su nuevo colegio. Hoy habla y piensa en ambos idiomas con igual desenvoltura.

El Hermano Ray confiesa que en gran parte debe a la Compañía de Jesús lo que es. Adquirió su disciplina y su rigor de pensamiento así como la curiosidad intelectual que lo caracteriza.

Afianzó amistades permanentes entre sus profesores y condiscípulos con los jesuitas. De su magisterio también aprendió a apreciar a las paradigmáticas figuras de su congregación como fueron San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier entre otros. El fervor misionero de este último en Oriente le dejó una huella indeleble.

En 1.968 terminado su 10° curso (5° de bachillerato) en Cali, ingresó al Colegio Jesuita Javier en Guatemala, país centroamericano donde su padre Roland había sido trasladado en la gerencia de la misma empresa aseguradora. Recibió su título de bachiller superior ese año. Sus hermanos contrajeron matrimonio con damas guatemaltecas; Robert psicólogo y administrador de empresas; Richard economista y Rolando, profesor de inglés y dramaturgo. Su única hermana mujer, Gabriela, técnica en sistemas electrónicos, se casó en Estados Unidos con colombiano. Afirma el mismo Hermano Ray: "en Guatemala conocí a una niña muy simpática, con quien pensé seriamente en casarme; pero parece que Dios me tenía señalados otros caminos y agrega: "en Estados Unidos estudié Medicina Básica en la Universidad de los Benedictinos de Belmont durante 4 años y recibí el grado de Science Bachellor".

El Hermano Ray dijo haber adquirido el espíritu benedictino de ese claustro universitario. Supo de la insigne personalidad de San Benito de Nursia, conocido como el padre de monacato Occidental y de su exigente regla de vida. Le llamó la atención su concepción de la vida comunitaria en las Abadías equilibrando la oración, el estudio y el trabajo. Desde entonces el Hermano Ray asimiló su lema reconfortante "ORA ET LABORA". Sus conceptos acerca de la organización de los monasterios le han sido valiosos, así como sus enseñanzas acerca de la paciente laboriosidad y el anhelo de la cultura.

No deja de reconocer el Hermano Ray haber tenido una juventud inquieta, como la que llevaban la mayoría de los jóvenes compañeros de su edad: no niega haber sido algo fiestero y haber cedido a algunas tentaciones.

Hubo otros cantos de sirena del mundo, pero había voces íntimas en él que lo alejaban de ello. Cree que esto puede suceder cuando hay suficiente vida interior, reflexión y meditación. Eso evita las tentaciones. Muchas personas indagan al Hermano Ray acerca del "milagro" que se realiza en las personas cuando dan un vuelco total a su existencia y se deciden por seguir incondicionalmente a Dios, aceptando las privaciones y dejando todo lo demás a un lado. El Hermano Ray concibe que nada fue repentino en él sino gestado y madurado lentamente como los frutos de la tierra.

Para el Hermano Ray esa conversión radical del corazón es un proceso de transformación interior y no un cambio fulminante. Para otros individuos esas introspecciones que dan lugar a procesos mentales positivos y de superación son respuestas a pensamientos o simplemente riqueza mental en ebullición. Asegura que hay muchas maneras de llegar a Dios y EL no se niega a quien lo busca con ansia.

El Hermano Ray tuvo la oportunidad de conocer y tratar por otra parte a miembros de la comunidad franciscana, quienes le dejaron conocer la palabra y obra de San Francisco de Asís, Santo por quien siente profunda admiración y con quien encontró inmensas identificaciones que a lo largo de su vida religiosa le han servido para animarlo con su ejemplo y misticismo. Es su santo de cabecera. La vida y obra de San Francisco son interpelaciones en nuestra reseña que nos ayudan a ilustrar algunos aspectos de nuestra propia Fraternidad. Con años de distancia muchas situaciones -bajo distintas prismas- son recurrentes y repetitivas. En 1.973 la familia Schambach Garcés regresa a Colombia en donde su progenitor se vincula a la Cámara Internacional de Servicios Ejecutivos en Bogotá.

El Hermano Ray arde en deseos de servicio social. En Colombia encuentra un medio propicio para ello. Las desigualdades de las clases sociales y económicas son muy acentuadas y hay muchas necesidades de toda índole en los estratos bajos y marginados. La casta política dominante poco hace por remediar esa situación y, por el contrario, la corrupción reinante contribuye a ahondar esa brecha. La miseria absoluta se extiende en los estratos inferiores de la población y para mayores males, la violencia, la mala política y la delincuencia organizada causan el desplazamiento de los campesinos hacia los núcleos urbanos agravando el problema general. Por aquella época el Hermano Ray aún ignoraba su verdadera vocación y su real misión. Pero en lo profundo de su alma laten inquietudes de comprometerse a fondo.

En busca de un discernimiento acudió a la Abadía Benedictina de Usme en busca de un Director Espiritual. Encontró una gran acogida y decidió hacer una experiencia de vida compartida con la Comunidad Benedictina por espacio de dos meses. Como su estancia se prolongó indefinidamente, su familia, especialmente su madre, doña Pepita, como cariñosamente la llaman, lo instó a volver a casa, pues consideraba que a sus 22 años estaba joven para tomar una decisión tan radical y que aún no estaba maduro para contrastar otras vertientes de su existencia antes de tomar una determinación de esa

naturaleza. Su señora madre es una devota y prudente mujer, de exquisita educación sencilla y llana en el trato con todos. Ella ha sabido comprender y acompañar al Hermano Ray en todas sus alternativas y vicisitudes. Ha estado con él en las duras y en las maduras. Es muy intuitiva y fina en sus apreciaciones. Confía en el Hermano Ray pues sabe de sus alcances y capacidades. Sabe que él es un elegido por Dios y hace lo posible para que atienda a su llamado aunque no dejan de preocuparle las enormes responsabilidades que eso conlleva. Con la confianza en su hijo, y una fe indoblegable en Dios, lo apoya incondicionalmente.

En el año de 1.974 el Hermano Ray ayudó en un albergue infantil del cual quedan 17 niños con él. Resolvió alquilar una casa en Usaquén, en aquella época un barrio extramuros de Bogotá, para brindarles un albergue, cuidados y educación, así resolvió irse a vivir con esos párvulos sirviéndoles como tutor. Realmente asumió una tarea de padre y madre. En esos momentos no pensaba en ingresar a una comunidad religiosa tradicional ni mucho menos en fundar congregación alguna. El Hermano Ray estudió en la mañana en la Universidad Javeriana, centro docente en el cual e graduó en Biología en 1.980.

Posteriormente se matriculó en la Facultad de Teología del mismo claustro buscando un conocimiento más profundo de Dios que le sigue interpelando y recibió su licenciatura en ciencias Teológicas en el año 1.985.

El Hermano Ray dice " en las tardes me dedicaba a efectuar faenas domésticas, hacer aseo, lavar ropa y colaborar en la cocina del hogar infantil.

Cuando empezaron a estudiar los niños también les sirvió de preceptor y de auxiliar en sus tareas escolares. Fue sobre todo un amigo y consejero para ellos. Prácticamente se había convertido en un papá para esos chicos, ya conformaban una autentica familia. En tal virtud, el Hermano Ray decidió adoptarlos protocolariamente por medio de Escritura Pública otorgándoles su apellido.

Admite que esa experiencia paternal y su ulterior incorporación a un grupo de oración - ambas vivencias de gran intensidad, fueron su camino de Damasco. El ejercicio de su propia obra existencial y la interiorización de la Palabra de Dios acompañada de una oración fuerte fue el yunque que forjó de manera definitiva su destino. Los destellos cegadores que aún le quedaban del mundo por fin se desvanecieron, pudo abrir bien los ojos y ver con claridad la senda que debía seguir.

Logró percibir también, nítida y sonoramente la voz amorosa del Señor que le invitaba a marchar en pos de EL. Su suerte estaba echada de una vez por todas. El Hermano Ray entendió que no se puede caminar en dos direcciones distintas, y que la gracia de la vida es poder ir a donde tiene que irse. Y por la ciencia, como por el arte, o por la Religión se puede llegar al mismo sitio: a la Verdad. Además lo que importa es el camino. El camino que vamos construyendo día a día, paulatinamente, es lo que da sentido a nuestras vidas, el fin es siempre un sueño. Y quizá el verdadero fin de muchas actividades humanas es nunca llegar, al menos a donde pretende la desmedida ambición humana. Pero el Hermano Ray está persuadido de haber encontrado a Cristo, centro y eje de su ser, y que mediante él obtendrá el galardón de la vida eterna. Así, pues, se siente totalmente realizado en todo lo que hace por la gloria de Dios en este mundo.

El Hermano Ray ha admirado y seguido a algunas personas que han sabido inspirarle en su apostolado, precisamente por que ellas han sabido personificar e imitar a Cristo, quien debe ser el

único afán y el fin primero y último de esta singladura vital. A este grupo de oración aludido llegaron personas muy diversas, de distinta clase, condición y actividades: pero casi todas con el mismo sentir y con un decidido propósito de buscar una vía de santificación a través de la escucha del mensaje divino y de su puesta en práctica. Algunos de los orantes se sintieron más hondamente motivados y manifestaron su anhelo de conformar un grupo religioso en vida de consagración y unidos por un vínculo común.

Seis hombres entre ellos el Hermano Ray, y una mujer, la Hermana Lilí Valbuena, considerada como la fundadora de la rama femenina de F. D. P, constituyeron el primer núcleo de esta comunidad en Enero de 1.977.

El sacerdote Rafael Martínez O. F. M., a la sazón párroco de la Porciúncula y quien con posteridad iniciara un movimiento catecúmeno que buscaba una mayor perfección franciscana, se interesó en ese germen comunitario, animándolo espiritualmente y apoyándolo económicamente en sus inicios de apostolado misional.

El propuso el uso del hábito gris con el cordón franciscano y el nombre que hoy ostenta esta congregación: "Fraternidad de la Divina Providencia". Hacemos notar que aunque inspirada en mucho del ideario de San Francisco de Asís, y aún sintiéndonos ligados con profundos sentimientos a la gran familia franciscana, nuestra Fraternidad de la Divina Providencia "no es canónicamente una rama de ella". Tiene su propio fundador, su regla de vida y sus propias constituciones.

La Fraternidad también sigue la regla de San Benito.

Pronto las actividades apostólicas de la Fraternidad se ampliaron. Además de la casa de los muchachos, que se denominó Hogar San Francisco de Asís, regentada por el Hermano Ray se instituyó el hogar de ancianos "San Simeón", en Usaquén. Al poco tiempo se fundó el primer hogar geriátrico propio en advocación a San Joaquín y Santa Ana, en la calle 59 # 16-39, barrio Chapinero, el cual hoy subsiste. Allí se dedicaron a los menesteres de enfermería los primeros hermanos y hermanas de la comunidad. Estos vivían en casas separadas pero acudían diariamente y compartían el trabajo, la oración y el refectorio, así como jornadas de retiros espirituales. El Padre Martínez coincidió con nuestros objetivos misionales de evangelización y auspició nuestros ideales y el espíritu de pobreza evangélica esperándolo todo del poder abastecedor de la Providencia: De allí el nombre de nuestra congregación, lo cierto es que Dios nunca nos ha abandonado: Nos ha aprovisionado a veces por las vías mas insólitas e impensadas, pero dejándonos ver su mano pródiga y caritativa a través de sus designios inescrutables.

Los inicios fueron muy precarios por la extrema pobreza de bienes materiales y por la influencia de muchos ante lo que consideraban un proyecto descabellado. Aún algunos allegados al Hermano Ray hubieran deseado que él desistiera de algo que consideraban un embeleco, posiblemente un arrebato místico transitorio del que tarde o temprano debería desengañarse. No podían creer que un joven brillante y promisorio que podía tenerlo todo a pedir de boca se resignara a dormir en un jergón y a someterse a una vida mendicante; para otros definitivamente era una locura. Esperaban verle retornar pronto a la cordura una vez escarmentara en carne propia de las consecuencias de sus actos insensatos...

Pero el Hermano Ray y sus seguidores soportaron dignamente las drásticas pruebas de austeridad, de los rigores y de la frugalidad. Además se les veía felices en su vida conventual, que no era solamente contemplación sino que les exigía mucha acción. Parecía que de la oración contemplativa tomaban la energía que prodigaban incansablemente en la atención de los desprotegidos. No cabían en si mismos de gozo cuando conseguían las cosas con su propio esfuerzo.

Con razón el Hermano Ray dice que podría parafrasear con el apóstol en unión de sus congregantes: "SE LO QUE ES VIVIR EN LA POBREZA Y TAMBIÉN EN LA ABUNDANCIA. HE APRENDIDO A HACER FRENTE A CUALQUIER SITUACIÓN, LO MISMO A ESTAR SATISFECHO QUE A TENER HAMBRE, A TENER DE SOBRA QUE A NO TENER NADA. A TODO PUEDO HACERLE FRENTE PUES CRISTO ES QUIEN ME SOSTIENE. SIN EMBARGO, USTEDES HICIERON BIEN COMPARTIENDO MIS DIFICULTADES": (FILIPENSES 4,4-14).

El Hermano Ray declara ser apolítico en cuanto a la militancia partidista se refiere, pero a su vez piensa que ningún ciudadano -así sea clérigo o religioso- no puede permanecer indiferente a los destinos de nuestra nación -y de nuestro planeta-, muchos de los cuales se definen a través de la política. El Hermano Ray tiene muy clara la noción sociológica de su misión como religioso y a ella va encaminada gran parte de su apostolado comunitario como una constante de la Historia de Salvación. Manifiesta que la caridad con que amamos a Dios y al prójimo es la única santidad que cultivan todos los guiados por el Espíritu Santo, ellos siguen a Cristo en cualquier estado de la vida y profesión a la que han sido llamados.

La pobreza espiritual, según el magisterio de nuestra iglesia, es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor. Aunque valoriza los bienes de este mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes del reino.

Es incuestionable que la vigencia de San Francisco de Asís -seguidor acérrimo de Cristo- en muchas facetas permanece en el tiempo y la distancia. Francisco fue entre otras cosas un adelantado del humanismo y de la política social ya desde el siglo XII. Su vida, obra e ideas nos cuestionan en el aquí y en el ahora de nuestras vidas. En su condición de fundador el Hermano Ray acepta que la influencia de Francisco ha dejado su impronta en él y en los derroteros que ha ido tomando la Fraternidad de la Divina Providencia.

Así como San Francisco buscó el respaldo papal con ahínco y sin reparar en oposiciones, la misma alegría que debió experimentar Francisco junto a sus frailes cuando obtuvieron el beneplácito de los jerarcas romanos fue el gozo que el Hermano Ray Schambach Garcés y sus Hermanos debieron sentir aquel 17 de Septiembre de 1.999 cuando la Arquidiócesis de Santafé de Bogotá les concedió el decreto e aprobación como legítima Comunidad Religiosa enmarcada en el derecho canónico de la Iglesia Católica, Apostólica y Universal.

Declara el Hermano Ray que antes de ese espaldarazo jerárquico debieron padecer rechazos y discriminaciones. No pocas puertas se les cerraron por falta de esa anuencia eclesiástica. Sin ser propiamente unos parias era ostensible la forma en que a muchos niveles se les ignoraba y hasta se les apostataba. Ese estatuto aprobatorio lo recibió la Fraternidad de la Divina Providencia como un don inefable de Dios, un regalo inapreciable de la Providencia por medio de la cabeza de nuestra iglesia local, Monseñor Pedro Rubiano Sáenz, connotado y virtuoso hombre de Dios, quien nos ha acompañado con encomiable celo pastoral y magisterial.

Tras un concienzudo seguimiento de nuestras actividades apostólicas supo reconocer generosamente nuestros esfuerzos. Muy agradecidos estamos con él, con sus ilustres colaboradores de la Curia Arquidíocesana de Santafé de Bogotá, así como con todos los Obispos, Sacerdotes y Religiosos, tanto en Colombia como en nuestras delegaciones provinciales en donde está incardinada nuestra F. D. P., quienes emitieron un concepto favorable que dieron mérito y satisfacción para que se lograra cristalizar ese reconocimiento.

Mención aparte le hacemos al R. P. Gustavo Adolfo Vallejo Tobón, O. C. D., Vicario de Religiosos de Santafé de Bogotá, a quien Monseñor Rubiano Sáenz designó como Asesor religioso de la Fraternidad de la Divina Providencia durante el proceso previo para el discernimiento de la aprobación de la Comunidad.

El padre Vallejo Tobón es un excelso varón de Dios discreto, sabio y con un gran criterio de autoridad. Buen ejemplo y no menos energía paternal en el gobierno de los „ religiosos (as) es la constante de su loable labor magisterial. Es un gran director de conciencias y mucho nos ha ayudado, tanto a construir y consolidar nuestra Fraternidad como a edificar personalmente en el espíritu a nuestros congregantes. A través de él hacemos extensión de nuestra gratitud a la Orden Carmelita que nos ha brindado una fraternal participación de sus múltiples valores y merecimientos. Nos han recibido muy bien y han hecho gala de gran liberalidad para con nuestra comunidad. Sus preclaros fundadores, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, han iluminado nuestro camino comunitario y han alimentado nuestro entendimiento y la sensibilidad de nuestras almas con sus altísimas voces poéticas que tanto han enriquecido las vetas de la mística y de la ascética. Su influjo en la Iglesia ha sido perdurable a través de los tiempos y se sigue multiplicando de manera fecunda a través de sus discípulos hoy.

El Hermano Ray Schambach Garcés, además de ser el fundador de nuestra comunidad, ha ocupado el cargo de Superior General durante 20 años. Tras ser elegido por el grupo fundacional de la F. D. P. ha sido ratificado en dicha posición en los cinco Capítulos Generales Ordinarios. Dice el Hermano Ray que no espera perpetuarse en el cargo: se prepara para ceder su puesto cuando llegue la ocasión propicia, o los hermanos así lo decidan. Por lo pronto conceptúa que su Comunidad continúa estructurándose en muchos órdenes; hasta el momento sus Hermanos le han delegado y ratificado su confianza en ese menester, y él se siente en la plenitud de condiciones físicas y espirituales a sus 50 años para seguir orientando su congregación hasta que Dios y sus Hermanos lo permitan.

No es ajena para el Hermano Ray la circunstancia de que el mismo Francisco de Asís cuando regresó de Tierra Santa de su periplo por el Oriente sus frailes ya no le aceptaron como Superior General. Lo único que aspira es que en un futuro, cuando llegue la hora del relevo generacional en el cargo de Superioridad no surjan pugnas ni ansias de poder mal entendido entre sus sucesores. Hay antecedentes de muchas Comunidades tradicionales de la iglesia que en tales eventos experimentaron desavenencias e intrigas que llevaron en no pocos casos a la declinación y hasta la escisión de algunas de ellas. Confía en que la naciente comunidad siempre se sustraiga a esas tentaciones.

El Hermano Ray afirma, sin ostentaciones fatuas, que él ha ejercido la superioridad general con un espíritu constructivo, sacrificando mucho y con el objetivo principal de servir a los más necesitados: Lo ha entendido como una total vocación de darse a los demás, siguiendo el

precepto bíblico: EL QUE QUIERA SER GRANDE ENTRE VOSOTROS DEBERÁ SERVIR A LOS DEMÁS, Y EL QUE ENTRE VOSOTROS QUIERA SER EL PRIMERO, DEBERÁ SER EL ESCLAVO DE LOS DEMÁS. POR QUE NI AÚN EL HIJO DEL HOMBRE VINO PARA QUE LE SIRVAN, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA COMO PRECIO POR LA LIBERTAD DE MUCHOS (Mc.10, 35-45).

Esto ni más ni menos, espera que hagan los que algún día le sucedan como Superior General.

El Hermano Ray Schambach Garcés físicamente es de aventajada estatura, alrededor de 1.85; metros, aunque es delgado, es fuerte y fibroso de tez blanca, ojos claros y cabellos entre rubios y castaños. Es hiperactivo, su ritmo de trabajo es casi frenético, empieza jornadas diarias habitualmente a las 5. a.m., y en no pocas ocasiones las finaliza pasada la media noche. De andar rápido y un tanto desgarbado, se desplaza a grandes zancadas y caminando a su lado es difícil seguirle el paso.

Sus Hermanos y colaboradores están acostumbrados a verlo aparecer en cualquier momento como una ráfaga, y también a verlo salir como una exhalación. Habla rápido, con un tono de voz agudo, bien timbrado y poblado de matices. Acompaña sus expresiones con gesticulaciones a veces un tanto nerviosas, y es tan expresivo como buen comunicador.

Su mirada es muy especial: profunda y llena de fulgores, que varía según su estado de ánimo. Se diría que habla también con los ojos. Si se afirma que estos son el reflejo del alma, hay que reconocer a través de sus pupilas el principio vital que lo animan. Centellean sus ojos cuando está enfadado, lo cual no es muy común, también a veces seducen, al igual que traslucen una gran placidez cuando está en calma y cobran singulares tonalidades cuando manifiesta perplejidad, duda y curiosidad. Es muy inquisitivo cuando escudriña algo, lleno de ternura y calidez casi siempre con quienes trata. Debemos convenir que tiene una hermosa mirada que cautiva a quienes lo circundan. Tiene el Hermano Ray una memoria sorprendente, buena fisonomista, recuerda rostros y nombres de personas aún pasado mucho tiempo de haberlas tratado. Es reflexivo ecuánime, y justo en sus apreciaciones. Gusta del perfeccionismo en el trabajo, exige bastante de los demás, y en esto hay quienes dicen que es un poco acelerado. Pero sabe reconocer el esfuerzo o al menos la buena voluntad cuando los resultados no son óptimos.

Asombran la energía y dinamismo del Hermano Ray: a veces lo abruman las ocupaciones y preocupaciones, y aunque ha aprendido a delegar en los hermanos muchas funciones, maneja gran cantidad de asuntos a la vez, pues su comunidad y la fundación han crecido y cada vez son más complejas de dirigir. Casi todas las decisiones importantes deben contar con su visto bueno. Es hombre de gran inteligencia, de juicios sintéticos, buen analista, discurre con prontitud y seguridad. Aunque firme en sus convicciones personales, también sabe escuchar a los demás. Se ha persuadido de que a través del diálogo es la mejor manera de conciliar y de tomar decisiones maduras y ponderadas. Derrocha el Hermano Ray simpatía y salpica sus opiniones con apuntes agudos y de buen humor. Es el Hermano Ray una persona idealista y práctica a la vez, que ha sabido imprimir su propia originalidad a la gran colectividad que orienta desde sus comienzos hace más de 20 años. Hay una gran compenetración entre su personalidad y la mentalidad predominante en el grupo que ha logrado aglutinar a su alrededor.

El mismo y su comunidad son jóvenes y experimentados, dos adjetivos no excluyentes. Hay un idealismo, una dinámica y un fervor preponderante entre ellos que han sabido contagiar a

quienes se han sumado en su labor apostólica. Aunque es un ser cosmopolita, tanto por su origen, como por haber residido en otros países, sus múltiples viajes y por su cultura universal. El hermano Ray asegura que dice tener sus verdaderos arraigos, lo más consistente de su vida y su obra; esta es la tierra que ama intensamente y que a la vez le duele por todos los flagelos que padece.

La idiosincrasia de esta Colombia es la suya propia, a tal punto que en el transcurso de sus viajes, usualmente en visitas pastorales a las casas en la Comunidad en el extranjero, siente nostalgia y añora el regreso.

Aunque en cierta forma se cree ciudadano del mundo y recibe usualmente buena acogida durante sus desplazamientos y además siente mucho cariño y apego por los frentes fundacionales foráneos, existe una corriente de sentimientos que lo arrastran hacia su país, no obstante la agitada existencia en que allí se debate, lo arriesgado de la vida cotidiana y la carga de ansiedad que comporta sacar adelante un proyecto religioso. De un país confesional, consagrado constitucionalmente a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, con su pueblo devoto y pleno de virtudes cristianas, ciudadanas y cívicas se ha pasado a una situación generalizada de creciente ateísmo o de búsqueda de alternativas exóticas cuando no obviamente heréticas. En esta época se ha visto disminuida la cantidad de miembros en los seminarios y comunidades religiosas; se puede decir que no es fácil la vida de los religiosos en Colombia, pero confía el Hermano Ray en que habrá un resurgir del espíritu en la colectividad colombiana; el alma nacional esta aletargada y algo desensibilizada, pero está seguro de que habrá un despertar de sus valores tradicionales a todos los niveles de conciencia individual y colectiva. Los hombres y mujeres de Colombia siempre han hecho gala de un gran patriotismo, que aunque hoy un tanto descaecido por la desmoralización colectiva a causa de tantas calamidades sabrá sacar a flote su esperanza en Dios.

El Hermano Ray sabe bien de las muchas bondades de las personas bienhechoras que nunca dejan de acudir a los hogares e instituciones que su comunidad regenta para ofrecer algún donativo o especie, para orar con los pacientes o simplemente para confortarlos con su compañía y conversación. Hay muchas maneras de mitigar la pobreza y la soledad de nuestros semejantes. Y eso lo realizan no solamente personas pudientes y adineradas, sino gente de extracción muy humilde. Se ven casos conmovedores de conmiseración y compasión entre personas de los roas bajos recursos, quienes desde su pobreza buscan mitigar la pobreza y soledad de sus semejantes. Y para mantener viva esa llama que arde en el corazón, el hermano Ray y su Comunidad saben que deben dedicar tiempo y perseverancia en un acucioso apostolado entre los laicos y personas seglares interesadas en conformar grupos de servicio y oración. La oración de estas células eclesiales de base son las que fortifican en gran manera el organismo de nuestra iglesia. Los ministerios laicales deben multiplicarse: esa labor misionera no es solamente privativa de sacerdotes y religiosas ni de diáconos, seminaristas o catequistas.

Como afirmaba el documento del Concilio Vaticano II, "cada seglar debe ser en el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y señal del Dios vivo". Todos en conjunto y cada cual en particular deben alimentar al mundo con frutos espirituales (GAL 5,22). Muy bien concluía un aparte de ese documento: "lo que es el alma para el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo". El Hermano Ray ha sabido inficionar en muchas personas laicas, hombres y mujeres, de diversa clase y condición, este ánimo de servicio con fervor y entrega. Así se han conformado alrededor de los

hogares e instituciones que regentan los hermanos(as) de su comunidad o seglares comprometidos, grupos de entusiastas personas voluntarias que se organizan en distintas brigadas de servicio asistencial y litúrgico: de tal manera hay quienes ayudan en la asistencia a los enfermos, en la ropería, en las tiendas de artesanías elaboradas por los pacientes, en la divulgación y promoción de las actividades comunitarias, en las juntas directivas y administrativas de las distintas fundaciones, en la asesoría de sus diferentes profesiones liberales, artes u oficios puestas al servicio de nuestra asociación benéfica y quienes a través de la unción fecunda de los grupos orantes que tanto consuelo brindan a nuestros enfermos, en la extensión del Reino de Dios.

Muchos de estos cristianos ejemplares se entregan desinteresadamente y con ahínco a su labor sin atender a las dificultades, horarios, ni fatigas: hacen del trabajo apostólico y de la oración una misma cosa, con el criterio de que al hacer un trabajo humanitario y bien efectuado se hace oración, y están en lo cierto. Conciben el camino que buscan los hombres y mujeres del mundo: "quien gana su vida la pierde, el que la pierde la gana..." como afirma el evangelio; y así procurar creer en el ejercicio de la virtud y del bien sobre todo a los más necesitados.

Ellos preconizan el mensaje del amor en toda su dimensión salvífica: "TODO LO QUE HICÍSTEIS AL MENOR DE MIS HERMANOS, A MÍ ME LO HICISTEIS": (MT 25,31-46).

Persuadidas además de que para que la caridad sea verdaderamente perfecta es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da. Nos recuerdan con su ejemplo la obligación que tenemos de acercarnos a todos y servirlos con eficacia cuando llegue el caso, ya se trate del enfermo abandonado, de los ancianos desesperanzados las mujeres y los niños maltratados y en alto riesgo social, los dementes los desplazados... en fin, todos esos prójimos en los cuales el rostro del Cristo sufriente se sigue repitiendo y cuya dignidad seguimos afrentando si no acudimos prontamente a socorrerlos de alguna manera.

El grupo fundacional de los voluntarios del Hogar San Francisco de Asís se conformó en 1.974 con las siguientes personas: Nubia Velasco de Rodríguez, Cecilia Ortiz de Pradilla, Lia Cevallos de Huertas, Lina Buraglia de Largacha, Fanny Castellanos, Hormaza de Rodríguez. Roland y María Josefa Garcés de Schambach y Peter Van Der Carden. Este primer grupo de personas ejemplares, con tesón y perseverancia se enfrentaron a la descomunal tarea de animar espiritualmente nuestra obra, de no dejarnos desfallecer en ese intrincado apostolado, aportarnos su ayuda material y suscitar nuevos colaboradores en una ardua lucha que nunca conoció claudicaciones. A estas virtuosas personas se debe en gran parte el surgimiento de esta fundación y la promoción humana del primer grupo de jóvenes moradores del Hogar San Francisco de Asís, del cual se hizo cargo el Hno. Ray, y que hoy en día son todos ciudadanos de bien, algunos profesionales superiores y con hogares bien constituidos.

Es una labor de la cual pueden sentirse orgullosos todos aquellos que aportaron su grano de arena. Ellos sembraron la simiente que sigue dando frutos renovadores pues la semilla se sigue esparciendo a través de nuevas legiones de voluntarias (os) que ellos motivaron con su gran ejemplo.

La mayoría de voluntarias fundadoras siguen asistiendo todos los martes al Hogar San Francisco de Asís en donde tienen un grupo de reflexión y de oración coordinado por Anita Villegas de Duran, otra de las valiosas colaboradoras de la fundación graduada en teología y componente del equipo de formación de los Hermanos de la F. D.P. Hacemos también mención del primer

grupo de apoyo pecuniario, conformado por personas altruistas y asociaciones pías que aportaron sus invaluables contribuciones económicas o en especies y sus brillantes iniciativas para afianzar con obras concretas la obra hospitalaria de la Fundación San Francisco de Asís.

De este inicial contribuyente podemos hacer referencia a las siguientes personas Familia Rodríguez Velasco, Juan Antonio y Marcela Donado, Mauricio y Margarita Herrera, Hernando y Alicia Gaviria, Roland y Mará Josefa Schambach, la congregación parroquial de St. Maurice Church, de New York, la Asociación American Women's Club, familia Gaviria Helo, Hernando y Helena Santos, Fernando Mosquera, Mar y Me Cormick, la familia Liévano Samper, el padre Richard Todd; Don Jack y doña Leonarda Hever; Nadine Colleony, entre muchos otros.

A partir de esos momentos germinales nuestra Comunidad se ha visto gratificada con frutos abundantes de bendición. Las fundaciones y nuevas obras de misericordia han florecido en Colombia, Perú, Bolivia, España, y Guatemala. Así nuestra Fraternidad de la Divina Providencia ya hace presencia en Sudamérica, Centroamérica y Europa. Hemos sido fíeles a la escucha del Sagrado Mensaje: "ID, PUES, ENSEÑAD A TODAS LAS GENTES. YO ESTARE CON VOSOTROS HASTA LA CONSUMACIÓN DEL MUNDO". (MT. 28,14-20). "EL QUE A VOSOTROS OYE, A MI ME OYE" (LC.1016). "EL QUE OS RECIBE A VOSOTROS, A MÍ ME RECIBE; Y EL QUE ME RECIBE A MÍ, RECIBE AL QUE ME ENVIÓ" (MT.10.40)

Desafiando esos buenos combates de la fe, hemos acudido, aún consientes de nuestras limitaciones a países extranjeros, revestidos de la coraza de la luz y con el firme propósito de brindar un testimonio fidedigno y creíble de nuestra propia esperanza en el Señor. En esos países hemos tenido nuevos adeptos y vocaciones que han enriquecido espiritualmente a nuestra F. D. P.

Hoy por hoy, iniciando el tercer milenio, nuestra comunidad cuenta con 100 hermanos varones y 20 hermanas mujeres, es decir, poco más de un centenar de Religiosos consagrados, y un buen número de candidatos para ingresar a las primeras etapas de formación. Además esta es una base embrionaria una experiencia para incorporarse a Misioneros Laicos a nuestra congregación. Esta Fraternidad regente actualmente 42 hogares, hospitales y entidades diversas en total. También hay hogares-Hospitales geriátricos y casas de larga estancia. A toda esta agrupación original de personas cupo el merecimiento de sembrar esa tierna plantita que ha ido creciendo paulatinamente hasta convertirse hoy en un brote lozano y fecundo. Todas ellas, a manera de celosas jardineras, prodigan con ternura y dedicación esas cuidadosas atenciones que requieren todos los organismos recién nacidos para poder sobrevivir y vigorizarse. Gracias a ellos en gran parte, hoy nuestra Comunidad y la Fundación que respalda sus actividades existenciales, pueden seguir ayudando a edificar el Reino de Dios ya desde este mundo.

Como mínimo homenaje a tanta gentileza como han tenido con nosotros, nuestra institución ha querido perpetuar su memoria terrena en placas colocadas en el Recinto de nuestra Casa Madre y Generalicia. Por sobre todo esto nos convencemos de que el buen Dios les tiene reservada en la inmortalidad la palma de la gloria que merecen los justos, cuyo galardón es grande en los cielos.

En la creación de nuevos frentes de asistencia, instituciones y hogares, han ido llegando a nosotros muchas otras dignas personas que como fértil renuevo siguen cultivando el barbecho, continuando así la tarea que en el surco iniciaron los personajes antes nombrados: Sería interminable hacer un recuento de todas ellas aunque se lo merecerían. Pero tampoco quisiéramos incurrir en penosas omisiones, Bastemos por hoy citar a aquellas que fueron las pioneras y que tuvieron la santa osadía de partir prácticamente de la nada para ayudarnos a construir algo que hoy es una esplendorosa realidad a los ojos de Dios y de los seres humanos. Gracias al Señor y a todas ellas que fueron tocadas con su gracia. Por siempre viven en nuestros corazones y la memoria agradecida de las futuras generaciones que nos sucedan.